miércoles, 6 de mayo de 2015

EL LIRISMO DE LA MÚSICA EN EL PERIODO ROMANTICO



Mientras que en el barroco existió una inclinación hacia la exaltación del  sentimiento a partir de estructuras muy elaboradas, el ideal del romanticismo fue ilustrar el triunfo de la pasión sobre la razón a partir de estructuras más grandes donde prima la textura homofónica y las nuevas armonizaciones. El último de los grandes exponentes del periodo clásico serìa Beethoven, después de que hubiese logrado lo que ninguno de sus predecesores alcanzó tanto por el número y la gran extensión de sus obras, como por su manera de redefinir las formas y estilos musicales. Su legado se convirtió en el ideal de hombre libre, al plasmar en todas sus obras su carácter y pasión, siempre con una reflexión hacia las tradiciones y costumbres de la época.

Al final de la revolución francesa, las ideas revolucionarias que propugnaban igualdad, libertad y fraternidad frente a los abusos de autoridad del antiguo régimen tuvieron un éxito parcial como movimiento libertista, al ser ecplisadas por el despotismo ilustrado de la creciente burguesía que tomaba el poder. Los ideales deberían ser completamente renovados para avanzar hacia a un verdadero modelo de gobierno liberal. Por otro lado, la revolución industrial hace que se incrementen los avances tecnológicos los cuales configuraron el estilo de vida del hombre moderno.

Mientras se daba este giro político, los compositores no dejaron de proyectar sus experiencias musicales en formas como la sonata y el rondó. La diferencia radica en la nueva expresividad configurada por recursos armónicos y rítmicos novedosos. Estas nuevas fronteras en la lingüística musical se deben al movimiento virtuosístico que el estilo póstumo de Beethoven inspiró, sustentado magistralmente años más tarde por prodigios como el violinista italiano Niccoló Paganini y el pianista húngaro Franz Liszt. Finalmente, el horizonte eclipsado por el silencio fue intervenido para desmitificar la ausencia de genialidad cuando los oídos del mundo escucharon músicas totalmente revolucionarias en los violines de Paganini y en el pianismo único de Franz Liszt[1].

El romanticismo es un movimiento intelectual que tuvo su soporte filosófico en la filosofía cartesiana de Hegel, quien en sus Ensayos sobre estética (publicado con carácter póstmo en 1835) consideraba a las artes como la personificación de una entidad primordial (a la cual llamó Geist) que encerraba en sí misma la mente de los hombres y al mismo universo. También le dio un lugar importante a la música ya que la música, más que expresar sentimientos y emociones, se encarga de  elevar el alma hasta reconocerse a sí misma como entidad autoreguladora. 

Por la misma época, el filósofo Arthur Schopenhauer enseñaba su teoría fundamental en la cual existen varios niveles de “realidad“. Los objetos tal y como los vemos, oímos y sentimos alrededor de nosotros son meros fenómenos –datos de percepción sensitiva- y por tanto incapaces de informarnos sobre la verdadera naturaleza de las cosas. En el otro extremo, y como entidad más real en el universo, Schopenhauer apunta a una fuerza elemental, ciega y poderosa que él llama Voluntad, la cual se encuentra representada en diferentes grados de imperfección en el cosmos, idea que tiene varios puntos de encuentro con el platonismo clásico, siendo la música; como objeto inteligible, lenguaje particular y naturaleza escencial del cosmos; una representación de uno de los niveles más altos del ente racionalizador, al cual llamó Voluntad[2].

Todas estas ideas ayudaron a reivindicar el papel funcional de la música en la sociedad en especial el papel del intérprete como mediador de realidades universales, así como la eclosión posterior de varios estilos artísticos como el cubismo, el impresionismo, el expresionismo, minimalismo, futurismo, etc. Durante este período, el piano desempeñó una función relevante, fue la época de la música de salón, del virtuosismo instrumental, del desarrollo técnico, de las piezas cortas y de los ciclos musicales como principales géneros musicales.

El adjetivo del título de la presente faceta de la literatura pianística hace referencia al concepto del lirismo como herramienta verbal propia de la poesía y la literatura, este exige al compositor expresar sentimientos profundos hilvanados en el amor, la fe y  la esperanza. En música, el lirismo se traduce de la misma manera, solo que para identificarlo se tienen en cuenta aspectos como la variación melódica, las sonoridades armónicas y las dinámicas de expresión. El poder de la expresión lírica depurada por Franz Schubert la había comprendido muy bien otro gigante de la música, Felix Mendelssohn.




[1] Burkholder, P. Historia de la música occidental. Madrid: Alianza editorial. 2008. p. 666-669.
[2] Fubini, E.  La estética musical desde la antigüedad hasta el siglo XX. Madrid: Alianza Música. 2005. pp.281-296.

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